Su helada forma en vapor llegó casi al amanecer, no venía sola...
tras de ella venía petrificado en polvo de viejas explosiones atómicas, el
miedo, los ojos pálidos de decepciones.
La radio con su ruido de estática distorsionando el noticiero que
anuncia el fin de la guerra, se mezcla con un tango al límite del abismo monofónico.
No queda sobre la faz de este diminuto planeta un solo instante de
placer plastificado.
Son las rocas que guardó en el bolsillo las que ahora se
desintegran en el diminuto cuerpo de pájaros mansos.
Mansa la silueta de un viejo soldado aturdido por sirenas
cuánticas.
La maquina de escribir desconecto su pasado en cabellos de gatos
ciegos, escribiendo sobre la pared de un palacio hundido y húmedo, las ultimas
débiles palabras.
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